Mi corazón tiene dos fronteras:

La de envolverme en su propia sombra.

La de encontrar su rostro perdido.

La primera es para seguirle a escondidas en sus sueños

y dibujarse en su cuerpo.

Para cuando quiera transportar a la segunda frontera,

no perderse detrás de sus pasos.

No encontrarme su rostro perdido en mi oscuro recuerdo.

Sus pisadas me muestran la luz al caminar

 mi señal en la oscuridad.

Cuando siento que me pierdo

me paralizo en una eterna mirada.

Donde las  sombras cubren mis ojos

matando el destello,

  que me hacía brillar en la noche oscura.

Rompiendo mis pisadas en mil trozos

hasta convertirlas en polvo.

Mis pies están cansados.

Haciendo que cada aliento,

se convierta en hielo.

Que al Salir de mi boca

custre mis labios

al expulsar un vaho,

que congela mi cuerpo

en un bloque de hielo.

Lo único que se oye.

Es mi corazón retumbar en mi pecho,

Que va perdiendo su voz

tras oír el eco de un amor roto.

Que veo mientras se aleja,

su cuerpo sin sombra.

Donde solo ha dejado sus pisadas

que se borran  en la oscuridad.

Le grito, pero mi grito se consume en mi cuerpo vacío.

Mis pies están clavados en la nieve que refleja mi desesperación.

Solo queda en mí  con vida ,

los últimos pensamientos lúcidos

y mi corazón que se va llenando de escarcha.

Luchó por no morir sola,

sacando de mí  el último suspiro, mi alma.

Para meterme en sus pensamientos.

Hacer que venga y recoja mi cuerpo

Convertido ahora en estatua de hielo.

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Porque yo soy su sombra  y su aliento,

que dejó en la oscuridad de una noche invernal.

También sus pasos y una parte de su alma.

La cual dejó conmigo.

Por eso, su cuerpo se congela,

porque se aleja de las fronteras de mi corazón y mi mente

y va dejando escapar su alma.

Para buscar lo que perdió en el camino.

 Así, renacer en el mismo cuerpo.

Haciendo volar su alma hacía la estatua de hielo

y dando vida a lo que murió en  la  negra noche.

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